Sin título.

Pronto va a amenecer y yo sigo encadenada a la noche, mi más fiel compañera.
No necesito ver el albor de la luz, reflejada en los primeros
rayos solares que caen sobre la superficie acuosa del lago que
se abre paso ante mis ojos, cansados y derrotados, por la
cacería nocturna de la otra noche.
Lo que necesito en estos momentos es poder cerrar los ojos
y dormir hasta que la eternidad sea un recuerdo efímero
del tiempo que he pasado en la cama. Quiero poder abrazar
la almohada, impregnada con ese olor tuyo característico,
que tanto acelera el pulso de este corazón desilusionado y
agrietado por el paso de los años. No quedan grietas que no
hayan sido remendadas a base de aguja e hilo, no quedan
rincones a los que ya no les haya puesto sal y limón para
curarlas, no quedan heridas que no hayan sido cerradas por
el alcohol -bendito sea ese líquido que nos hace olvidar-.
Quiero poder amoldarme a las sábanas como si de tu cuerpo
se tratase, como si mi cuerpo fuera la pieza que faltaba
en tu colección de caricias.

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