Amante de ensueño.

Grace cerró los ojos y saboreó cada movimiento de los músculos de Julian, que se contraían y flexionaban sobre ella. Lo envolvió con las piernas y disfrutó del cosquilleo que le producía el vello masculino.
Jamás había sentido algo parecido. Lo único que podía hacer era respirar y dejar que el amor que sentía por él la inundara por entero. Julian era suyo. Aunque luego la abandonara, disfrutaría de ese momento de éxtasis supremo junto a él. 
Embriagada por la sensación que le provocaba su proximidad, le recorrió la espalda con las manos y presionó sus caderas para incitarlo a continuar. Julian se mordió los labios cuando sintió que Grace le clavaba las uñas en la espalda. ¿Cómo era posible que unas manos tan pequeñas tuvieran el poder de hacerlo pedazos?
Jamás lo entendería; como tampoco entendería por qué lo amaba. Lo único que podía hacer era dar gracias por ello.

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