Disonancias.

Porque siempre va ser más fácil hablar de disonancias cognitivas, de contradicciones que acechan detrás de la piel. Se evapora mi locura tras un cuento de razonada lógica ficticia, dando lugar a gotas de realidad menguante y cambiante, andrajosa y brillante. Se va haciendo tarde. Disuelta toda cordura, perdón, había dicho locura, me muevo al compás de sonetos recitados por agujeros negros que se encuentran en el nirvana que supone tu pecho. Y atiendo fielmente a tu boca desprovista de cualquier enfriamiento. Y hablas, mientras mi cordura empieza a ceder. Aparecen los fantasmas agazapados entre las sombras de mi subconsciencia. Deseo, ira, poder, control, lujuria. Todos ellos con nombres de mujer. Que si. Que las mujeres poseemos el control, que no os mientan sin al menos dar una razón o tener una explicación. Y mientras ando sumergida entre disonancias y teorías de equilibrio, el olor a sonrisas me llega al olfato. Y deleito a mi iris con tu figura, mientras sigo desvariando junto a la luna.

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