Vacío. El infinito de la propia estupidez humana.
El desequilibrio constante entre el deber ser y el ser realmente.
Desbarajustes en el mecanismo de bombeo de sangre en mi corazón, aumenta mi ritmo cardíaco mientras mi pulso se va desbocando. Son nervios.
Mis conexiones neuronales se estancan, giran dentro de mi gran y viscoso cerebro danzando como dragones en el aire. Sigue aumentando mi ritmo cardíaco con cara -excusa-  palabra que sale de sus labios.
Sonrío con pesar. Pero a pesar de ello sigo hacia delante con mi pequeña taquicardia que, de pronto, se colapsa dejando un enorme vacío. Mi corazón reduce marchas y se queda en una continua primera.
Estoy tranquila. Vence mi cerebro en este caso, mi razón ante mi virulento estado emocional.
Contengo las ganas de estallar porque soy un sol ardiente pero tranquilo.
O al menos eso quiero creer.

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