13.

Sigo pensando en la suerte que he tenido de encontrar a mi mitad. No creo que sea necesario decir que somos almas gemelas ni mucho menos porque lo que nos hace diferentes a los demás es que somo polos opuestos, dispares. Pero dentro de semejante bipolarización de caracteres, encajamos. Puede que nos quede mucho camino por delante y que nunca nos lleguemos a conocer del todo, que discutamos, pataleemos y seamos caprichosos y malcriados el uno con el otro. Puede que todo eso sea verdad que, somos tan diferentes que nos compactamos muy bien. Ahí reside la belleza de nuestra relación, en no ser iguales ni parecidos, en pensar de forma distinta y actuar de manera diferente. Y hablo de diferencia para no caer en la semejanza, para no hablar de la certidumbre de que cuanto más estamos con alguien más nos empezamos a parecer porque adoptamos sus costumbres y hábitos. Creo más bien que las diferencias son buenas, nos hacen ser mejores y nos hacen querer superarnos con respecto al otro.
Pero por suerte, tengo a mi mitad. Y con sólo una mirada soy capaz de transmitirle mis más preciados sentimientos. Porque sabe como pienso. Sabe lo visceral que soy. Sabe como encajar los golpes cuando soy dura y sabe moldearme cuando soy dúctil. Sabe cómo acariciarme y sonreírme, y sabe también como besarme dependiendo del momento. Sabe relajarme y tranquilizarme, darme paz y armonía. Sabe darme guerra cuando la necesito y sabe ceder cuando yo no soy capaz de hacerlo. Él lo sabe todo porque es parte de mí. Y le quiero, le adoro y le necesito.
Porque él es mi universo al cual, yo aspiro llegar.

Tu y yo en la inmensidad.

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