Disaster.


Creí ser musa de hombres menos anodinos,
y resulté ser simple paja de relleno.



Hoy hace tanto tiempo desde la última vez que te soñé. O no tanto un sueño como un mal sueño, una historia que acaba retorciéndose dentro de mi cabeza haciendo una maraña similar a una bola de hilo que acaba deshilachada. No recuerdo tal tormento que atosigaba a mi cerebro, usándolo como proyector para imágenes cuanto menos dudosas, de calidad demasiado vibrante y de olor a azufre y óxido. Ese olor siempre me recordará a la sangre y al fuego, a carne quemada y demonios con sonrisas demasiado angelicales. Y sin embargo, he decidido olvidar todo lo acontecido en ese sueño, he decidido que quiero retener cada minúscula partícula de pesadilla en una habitación que no abrir nunca. O no arriesgarme a hacerlo, mejor dicho. 

Cada día me encuentro más próxima al borde de la depresión y la locura, al borde de la paranoia, hasta tal punto de querer tirar todo por la borda. Esas pesadillas en las que soy la perdedora de un mundo que creo que es mío, hace que me cierre en un bucle de heridas y cicatrices, de dolor y desanimo, de tristeza y agonía. Quizás sean palabras algo edulcoradas puesto que no hay eufemismos que puedan describir el torbellino que tengo dentro. ¿Nadie nota mi desesperación? ¿Nadie? 

Mi voz se vuelve una jaqueca, un eco de otro eco de alguien que cree que es real... Pero, ¿acaso soy real? 
No deja de rondarme esa pregunta, no deja de atosigarme. Me asfixia no saber si soy real o solo un producto de muchos años de práctica mintiendo y fingiendo ser quien no soy. Mi sonrisa, inevitablemente, se apaga y no hay nadie que pueda rescatar mi espíritu.

No hay comentarios:

Publicar un comentario