Me estoy acostumbrando demasiado a que las pesadillas me acompañen en todo momento. Antes al menos eran aplacables porque me protegías aunque fuese en distancia, ahora que no tengo a nadie, todo se ha vuelto tremendamente difícil. Que envidia me dan aquellos que son capaces de vivir sin pesadillas, miedo o ansiedad. Que envidia me dan los que son tan felices mientras yo hago malabares para no cometer un error.

No hay comentarios:

Publicar un comentario