Día 12.

Siempre andamos buscando el amor como si de una droga se tratase. El planteamiento del que parto es el que han usado a lo largo de los años miles de autores, miles de cantautores y miles de miles de personas en su día a día para convencerse de que el amor "todo lo puede" y "todo lo cura". Ahora puedo llegar a entender ese anhelo y esa esencia del amor como motor universal de nuestro propio planeta. Sin embargo, por mucho que logre entenderlo no deja de ser sorprendente cómo nos idiotizamos con este sentimiento, como acabamos alabando al otro como si la vida nos fuese en ello y como si realmente no hubiese nada más a nuestro alrededor que nos haga sentir y vivir lo mismo. Con esto no digo que el amor sea malvado o que las personas enamoradas sean idiotas, aunque algunas de ellas puedan estarlo. Realmente a lo que me refiero es que no podemos basarnos en el amor para intentar comprenderlo todo o para intentar llenar huecos que solo se pueden cubrir a base de confianza y a base de amor propio -suena raro, lo sé-. No podemos creernos invencibles al lado de alguien porque al final cuando todo acabe, cuando todo resulte ser en vano, cuando ya no hayan motivos para que ninguno de los dos se quede; acabamos destrozados. Acabamos sintiendo el engaño y la desdicha de este maravilloso sentimiento. Nuestro mundo, que antes era imperfecto pero agradable de pronto se destruye y en su lugar aparece un lugar menos atractivo y un tanto inhóspito. Pataleamos, lloramos, gritamos, sufrimos y maldecimos a quien le hemos dado la llave de todo nuestro ser y que, sin embargo, a pesar de querernos tanto, han decidido seguir con su camino sin contar con nosotros.

Y cuando estamos en pleno proceso de cambio, de una existencia completa -aunque eso es más que discutible- a una existencia vacía y gris, es cuando realmente consideramos que el amor no es más que una constante que nos hace levantarnos y desfallecer, que nos hace vivir y a la vez nos hace morir en vida. Nos hace duros, resistentes; pero también dóciles y blandengues. Nos hace vivir lo mejor y lo peor de la propia existencia y seguimos buscando incansables. Pero, para mí, lo mejor es la experiencia que supone compartir tu vida con alguien que realmente te quiere en la suya, compartir momentos y situaciones que te acaban haciendo crecer.

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