La historia del loco.

Creo que solo los poetas idealizan que la demencia es de algún modo liberadora; es justo lo contrario. Ninguna de mis voces internas, ningún miedo, ningún delirio, ninguna compulsión, nada de lo que me sirvió para crear el personaje triste que me desterró de la casa donde crecí y me mandó atado al Hospital Estatal Western, tenía nada en común con la libertad o con la liberación, ni siquiera con ser único de forma positiva. En lugar de eso, todas esas fuerzas eran como normas y regulaciones, exigencias y restricciones escritas en algún letrero que ocupaba un lugar muy destacado en mi mente. Supongo que estar loco es un poco como estar encarcelado. El hospital era el sitio donde nos tenían mientras nos dedicábamos a consolidar nuestra propia clase de detención interna.

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