Y no necesito ir al cielo para saber lo que es el paraíso,  la tierra prometida. Porque aquí en la tierra puedo percibir lo maravilloso que supone el edén.
Todo ello gracias a tus ojos. Esos ojos que actúan como ventanas hacia lo místico y perfecto, hacia lo sagrado y duradero, hacia lo hermoso y voluble, hacia la luz.

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