Felices cuartas navidades juntos -suspiró para sus adentros-. La verdad es que este año estaba siendo demasiado duro para ella. Las cosas no le iban bien y notaba como las palabras seguían quedándose en su garganta evitando poder articular cualquier sonido. Ella, con su humor particular y absurdo, se reía de la desconfianza que suponía estar con él.

El amor era tal, que hacía tiempo que se había abandonado al fracaso de ser quien un día había sido. El tiempo no perdona -pensó mientras miraba por la ventana-. Lo que antes había supuesto una alegría por pasar las fechas con quien más amaba  se había transformado en una dolorosa realidad colmada de desconfianza. Sus promesas eran vagas e inefables, no había forma de que se creyese su propia mentira. Le dolía saber que ella no sería la misma y que él quizás no hoy, pero si mañana, o pasado, la iba a dejar. Todos lo hacían. La dejaban a suerte mientras ella se esforzaba para la gente a quienes llamaba amigos, la quisieran como ella les quería, y aún así, todos la abanonaban. Tomaban lo que querían de ella y le volvían la espalda y era en ese momento cuando se sentía más vulnerable, más propensa al fracaso que suponía ser ella misma. 

Nadie le aseguraba que iban a estar juntos mucho más tiempo, y cuanto más se esforzaba por aferrarse al tiempo, más se daba cuenta de que él, se iba desvaneciendo.

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